El viento acompaña los violentos y firmes pasos que lleva la tropa del capitán payaso, mientras que los faroles de luz tenues, pierden a propósito su luz, quedando todo en la oscuridad más profunda, la que ni el mismo diablo pudo mirar a los ojos.
La tormenta solo toca la trompeta para presentar al gran caos, humilde, sale del juego, ya que sus rayos, sus piedras, sus miles de gotas que ahogan flor por flor, ratón por ratón, no se compara al genocidio que llega pidiendo a gritos la sangre que quite su sed
Los árboles frondosos, tímidos y tristes se dan cuenta que tienen calvicie, y observan como poco a poco dejan de existir, en una actuación prematura de la sociedad, cada uno está sobre el escenario, pero nadie se anima a improvisar. Solo le dan otra mirada al futuro.
Los cristales traídos de Francia, que se ocultaban en la casa rosada, de a poco van trisándose por el agudo canto de niños sin padres, este grande coro, que hoy canta con lágrimas escurridizas en su pecho, frente al papa, en el mismo vaticano, pidiendo por el alma de los pobres, pidiendo un minuto de compasión en sus almas
Las casas aceptan sobornos, y delatan su existencia con la resplandor que mira por la cerradura, y llena de esperanzas a los muebles que temen quedase sin vida, guardando tesoros de piratas, de esos que jamás se encontraran
Ciudades gigantes, grandes piratas, pueblo chico infierno grande, nada de todo lo dicho fue tomado en serio, y así fue como el barro volvió a ser el rey de los caminos, transformándose en forense, marcando cada hecho, dejando la prueba infalible de la historia…
Al final de la ciudad, en la puerta de entrada, se ve un sauce con sus gajos llorones, avergonzado por la especie que lo crio, la luna llena, solo era el reflejo del estómago del gran vampiro que azoto una especie libre y rebelde, solo para hacerles saber que la muerte no avisa cuando llegara, ni que ella manda en la tierra, a veces los hechos se precipitan y llegan consecuencias inesperadas
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